Un Salmo de David.
1
A tí, SEÑOR, yo clamo, mi roca, no me ingnores. Si tu no me respondes, yo acompañaré a aquellos que bajan a la sepultura.
2
¡Escucha el sonido de mi súplica cuando pido por Tu ayuda, cuando yo levanto mis manos hacia tu lugar santísimo!
3
No me arrastres lejos con los malvados, aquellos que hacen iniquidad, quienes hablan paz con sus vecinos, pero tienen maldad en sus corazones.
4
Dale a ellos lo que sus obras merecen y págales lo que su maldad demanda, págales por el trabajo de sus manos y devuelve a ellos lo que se merecen.
5
Porque ellos no entienden las obras del SEÑOR o el trabajo de sus manos, él los derrumbará y nunca los reconstruirá.
6
¡Bendito sea El SEÑOR porque ha escuchado el sonido de mi ruego!
7
El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo; mi corazón confía en Él, y yo soy ayudado. Por esto mi corazón se regocija grandemente, y yo Le adoraré con canciones.
8
El SEÑOR es la fuerza de su pueblo y Él es el refugio de salvación de su ungido.
9
Salva a tu pueblo y bendice tu heredad. Sé su pastor y guíalos por siempre.