1
Jesús salió de Capernaum y regresó a su ciudad natal, Nazaret. Sus discípulos fueron con Él.
2
En el Sábado, el entró en la sinagoga y educó a las personas. Muchos que lo escuchaban se impresionaban. Se preguntaban a si mismos cómo había adquirido tanta sabiduría y el poder para hacer milagros.
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Ellos decían, "Es un carpintero ordinario! ¡Lo conocemos a Él y a su familia! Conocemos a su madre María! ¡Conocemos a sus hermanos Jacobo (Santiago), José, Judas y Simón! ¡También a sus hermanas que viven entre nosotros! Por esta razón lo resentían.
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Jesús les dijo, "Es cierto que la gente me rinde honores a Mí y a otros profetas en otros lugares, ¡pero nunca en nuestro propia ciudad natal! ¡Ni siquera nuestros familiares y personas que viven en nuestras propias casas no nos rinden honor!"
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Y así, a pesar de que sanó algunos enfermos allí, no pudo hacer más milagros.
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Él se sorprendía por la incredulidad de ellos, pero fue a través de sus pueblos y los enseñaba.
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Un día llamó a los doce discípulos juntos, y les dijo que iba a enviarlos de dos en dos para educar a la gente en varios pueblos. Les dió el poder de expulsar los malos espíritus de las personas. Además los instruyó a que usaran sandalias y un bastón para caminar en su viaje. Les indicó que no llevarán comida, ni bolsos para guardar alimentos, ni comida para el viaje. Tampoco les permitió llevarse una túnica adicional.
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También los instruyó diciendoles, "Luego de entrar al pueblo, si alguien los invita a quedarse en su casa, acepten la invitación. Coman y duerman en esa misma casa hasta que abandonen ese pueblo.
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Dondequiera que no te den la bienvenida y dondequiera que no te escuchen, sacúdanse el polvo de sus pies al salir de ese lugar. Al hacer esto testificarán que ellos no te recibieron.
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Pues después de los discípulos visitar varios pueblos, ellos estaban predicando acerca de que la gente debería arrepentirse porque han pecado, y decidir parar, para que Dios los perdone.
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También estaban forzando los malos espíritus fuera de la gente, y ellos los ungían a muchos enfermos con aceite de oliva y los sanaban.
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Ya el rey Herodes Antipás había escuchado las cosas que hacía Jesús, por la gran cantidad de personas que hablaban de Él. Algunas personas decían sobre Jesús, "¡Debe ser Juan el Bautizador! ¡Se ha levantado de los muertos! ¡Es por esto que tiene el poder de Dios para hacer milagros!
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Otros decían acerca de Jesús, "Es el antiguo profeta Elías, a quien Dios prometió regresar otra vez." Otros decían de Jesús, "No, es un profeta diferente, quizás como alguno de los otros profetas que vivieron hace mucho tiempo."
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Habiendo escuchado lo que la gente decía, el rey Herodes Antipás dijo, "¡El hombre que está realizando estos milagros debe ser Juan! ¡Yo le dí instrucciones a mis soldados de decapitarlo, pero ha a la vida otra vez!
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Algún tiempo antes de esto, Herodes se había casado con Herodías, aunque ella era la esposa de su hermano, Felipe.
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Juan continuaba diciéndole a Herodes, "La ley de Dios no permite que te cases con la esposa de tu hermano mientras él aún vive." Luego, debido a que Herodías quería enviar a Juan a la prisión, Herodes mismo envió soldados hasta donde estaba Juan. Ellos lo arrestaron y lo pusieron en la carcel.
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Pero como Herodías deseaba ir mas allá en venganza contra Juan y quería que alguien lo ejecutaran. Pero ella no podía hacer eso mientras Juan estaba en prisión, Herodes mantenía a juan a salvo de ella.
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Herodes hacía esto porque le tenía miedo a Juan, ya que sabía que era un hombre virtuoso dedicado a Dios. El rey estaba perturbado por él y no sabía que debía hacer con él pero le gustaba escucharlo.
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Pero Herodías fue capaz de eventualmente lograr que alguien ejecutara a Juan. Un día cuando honraban a Herodes en su cumpleaños, él invitó a los más importantes oficiales de gobierno, los líderes más importantes del ejército, y los hombres más importantes del distrito de Galilea para comer y celebrar juntos.
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Mientras comían, la hija de Herodías entró a la habitación y bailó para el rey y sus invitados. Ella complació tanto a Herodes y a sus invitados que el rey le dijo a ella, "¡Pídeme lo que quieras y te lo concederé!"
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También le dijo, "¡Lo que sea que me pidas, te lo daré! Te daré hasta la mitad de lo que poseo y gobierno, si así lo pidieras."
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La niña inmediatamente abandonó el cuarto y fue hasta su madre. Ella le explicó lo que el rey le dijo y le preguntó, "¿Qué debo pedir?" Su madre le respondió, "¡Pide la cabeza de Juan el Bautizador!"
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La niña rápidamente entró al cuarto de nuevo. Fue al rey y dijo, "¡Quiero que le des la orden a alguien de cortarle la cabeza a Juan el Bautizador y traermela en una bandeja de una vez!"
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El rey se afligió cuando escuchó su pedido porque sabía que Juan era un hombre virtuoso. Pero ya no podía rehusar porque había prometido que le daría lo que ella deseara, y sus invitados lo habían escuchado decirlo.
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Entonces el rey ordenó cortarle la cabeza a Juan y traerla a la niña. El hombre fue a la prisión y le cortó la cabeza a Juan.
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Él la puso en una bandeja, la trajo para atrás, y la dió a la niña. La niña la llevó a su madre.
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Luego de los discípulos de Juan escuchar lo sucedido, fueron a la prisión y recogieron el cuerpo de Juan; luego lo enterraron.
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Los doce apóstoles regresaron a Jesús de los lugares donde habían ido. Ellos le reportaron las cosas que habían hecho y lo que habían enseñado a la gente.
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Él les dijo a ellos: "¡Vengan conmigo a un lugar donde no vive nadie, para que estemos solos y descansemos un rato! Él dijo eso porque mucha gente continuamente iban a ellos y luego se iban otra vez, con el resultado de que Jesús y sus discípulos no tenían tiempo para comer o hacer otras cosas.
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Entonces ellos se fueron por sí mismos solos en una barca a un lugar donde no vivía gente.
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Pero mucha gente los vió irse. También reconocieron que era Jesús y los discípulos y vieron a donde se dirigían. Así que corrieron por tierra de todos los pueblos vecinos hasta donde Jesús y sus discípulos iban. Inclusive, llegaron antes que Jesús y sus discípulos.
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Mientras Jesús y los discípulos salían del bote, Jesús vió la gran multitud. Sintió compasión por ellos porque estaban confundidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces les enseñó muchas cosas.
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En la tarde los discípulos vinieron a Él y le dijeron, "Esto es un lugar donde nadie vive, y ya es bien tarde.
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¡Despide a la gente para que lleguen hasta los lugares alrededor donde vive gente y a pueblos para que puedan comprarse ellos mismos algo para comer!"
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Pero Jesús les contestó, "¡No, ustedes mismos proveanle la comida!" Ellos le contestaron: "¡Nosotros no pudimos comprar suficiente pan para alimentar a esta multitud, ni aunque tuvieramos el dinero equivalente a como un hombre gana en trabajar 200 días!
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Pero Él les respondió a ellos, "¿Cuantas rodajas de pan tienen? ¡Vayan a averiguar!" Fueron, averiguaron y luego le dijeron: "¡Solamente tenemos cinco panes planos y dos peces cocidos!"
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Jesús dió instrucciones a sus discípulos de que mandaran a la multitud a sentarse en la grama verde.
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Así que la gente se sentó en grupos de cincuenta en algunos y cien personas en otros grupos.
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Jesús tomó los cinco panes planos y dos peces. Él miró arriba hacia el cielo y dió gracias a Dios por ellos. Luego partió los panes y los peces en pedazos y siguió dándolos a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente.
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¡Todos comieron de esa comida hasta que se tuvieron suficiente!
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Los discípulos luego recogieron doce cestas llenas de pane y peces que habían sobrado.
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Habían allí alrededor de cinco mil hombres que comieron el pan y peces. Ellos ni siquiera contaron a las mujeres y a los niños.
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Inmediatamente Jesús le dijo a sus discípulos que entraran al barco y luego navegaran frente a Él hacia Betsaida, la cual estaba más allá del Mar del Galilea. Él se quedó y despidió a las muchas personas que estaban allí.
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Después de despedirse de la gente, Él subió hacia los montes para orar.
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Cuando era la tarde, el barco de los discípulos estaba en medio del lago, y Jesús estaba solo en la tierra.
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Él vió que el viento soplaba en contra de ellos mientras ellos remaban. Como resultado, ellos estaban teniendo gran dificultad. Él se les acercó temprano en la mañana, cuando todavía estaba oscuro, caminando sobre las aguas. Su intención era de caminar al lado de ellos.
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Ellos lo vieron caminando sobre el agua, pero ellos pensaron que era un fantasma. Ellos gritaron
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porque todos se aterrorizaron al verlo a Él. Él les dijo, "¡Mantengan la calma! ¡No tengan miedo, soy Yo!"
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Él se montó a la barca y se sentó con ellos y el viento paró de soplar. Estaban completamente maravillados por lo que había hecho Él.
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A pesar de que habían visto a Jesús multiplicar el pan y los peces, aún no entendían cuan poderoso era Él, como ellos debían saber.
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Mientras iban más adentro del Mar de Galilea en la barca, vinieron a las costa de Genesaret. Luego amarraron la barca ahí.
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Tan pronto salieron de la barca, la gente allí reconoció a Jesús.
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Así que corrieron por todo el distrito para anunciar a otros que Jesús estaba allí. Entonces la gente comenzó a poner a los enfermos en camillas y los cargaban hasta los lugares que la gente decía que Jesús estaba.
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En cualquier ciudad, pueblo o lugar en el campo donde Él iba, ellos le traían a los mercados aquellos que estaban enfermos. Luego la gente enferma le rogaba a Jesús que les permitiera tocarlo o hasta el borde de su ropa en orden de que Jesús los pudiera sanar. Todos aquellos que Lo tocaran a Él o su manto eran sanados.