El SEÑOR le dijo a Abram que no tema y que Él era el escudo y su grande recompensa.
Abram estaba preocupado porque aún él no tenía descendiente y su mayordomo era su heredero.
El SEÑOR dijo que uno que vendrá de dentro de su propio cuerpo sería el heredero de él.
El SEÑOR dijo que Abram tendría tantos descendietes, tan numerosos como las estrellas.
Abram creyó al SEÑOR y el SEÑOR se lo contó como justicia.
Abram le preguntó: "¿Cómo sabré que la heredaré?
Abram cortó a los animales en dos y colocó cada mitad en lados opuestos al otro.
Cuando el sol bajaba Abra cayó dormido y una profunda y aterradora oscuridad lo rodeó.
El SEÑOR le dijo a Abram que sus descendientes serían esclavizados y oprimidos por cuatrocientos años.
El SEÑOR dijo que Él juzgaría a esa nación.
El SEÑOR dijo que Abram moriría en paz y en una buena vejez.
La iniquidad de los amorreos llegará a su límite antes que los descendientes de Abram regresen a la tierra prometida.
Una olla de fuego humeante y una antorcha ardiente pazaron entre los pedazos de animales.
El SEÑOR hizo un pacto con Abram que él le daría esta tierra a los descendientes de Abram.